60 años sin nada que celebrar , de Joan Mena (regidor EUiA a Sabadell)

El pasado día 4 de abril se cumplieron 60 años de la fundación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Se trata de una fecha en la que las personas pacifistas y solidarias no tenemos nada que celebrar. Esta organización nació en un momento, el año 1949, en que una parte importante de los países de Europa estaban optando por una manera de gobernar que no gustaba e, incluso asustaba, al poder occidental del momento. La fundación de la OTAN fue, sin lugar a dudas, un ataque contra la autonomía, la paz y la soberanía de los estados de Europa que todavía hoy en día perdura.

Hay que recordar, no obstante, que Catalunya, en el referéndum del 12 de marzo de 1986, dijo mayoritariamente NO a la implantación de la OTAN. Desgraciadamente, el “pensamiento armamentístico” y la utilización de la violencia desde los posicionamiento de esta Europa que están construyendo sin contar con los ciudadanos y ciudadanas continúan muy vigentes. A modo de ejemplo, los presupuestos del Estado de 2009 otorgan un 5,11% al gasto militar mientras que, en cambio, el gasto previsto para una partida tan importante como Educación no llega al 1%. La situación es mucho más preocupante si tenemos en cuenta que desde 1998 se ha duplicado el gasto militar mundial llegando hasta el 2,5% del PIB en el mundo. Son datos altamente alarmantes que demuestran la insostenibilidad de un sistema como el actual si hacemos la media y observamos que se destinan 148€ por persona en gasto militar.

No aceptamos ya, desde los colectivos pacifistas, la paradoja y el engaño de las misiones humanitarias desarrolladas por cuerpos militares. Estos datos que acabo de mencionar son la mejor forma de evidenciar que la construcción de Europa no debe basarse en la necesidad de sustentar organizaciones de carácter represor con dinero público. Hace falta una Europa social desarmada de lo militar y armada del diálogo, la convivencia, la paz y los derechos sociales de las personas y culturales de sus pueblos. En estos 60 años, y mucho más en los momentos de coyuntura económica que estamos viviendo y que sufren las personas más vulnerables de la sociedad, este gasto desmedido es una tomadura de pelo para la Europa social que, ha quedado sobradamente demostrado, no ayuda a la buena convivencia en el mundo. Los dirigentes mundiales deberían darse cuenta de que nos hacen falta más inversiones sociales, educativas y pedagógicas que nos lleven hacia otra sociedad más pacifista y más solidaria que, además de ser posible, es altamente necesaria.